Todo hombre que muere por una idea es un mártir, puesto que para él las aspiraciones del espíritu triunfan sobre los pavores del animal.
Todo hombre que cae en la guerra es un mártir, puesto que muere por los demás.
Todo hombre que muere de miseria es un mártir, puesto que es un soldado herido en la batalla
de la vida.
Todo hombre que cae en la guerra es un mártir, puesto que muere por los demás.
Aquellos que mueren por el derecho son tan santos en su sacrificio como las víctimas del deber, y, en las grandes luchas de la revolución contra el poderío, los mártires han caído por igual
en ambos lados.
El derecho constituye la raíz del deber, así que es nuestro deber luchar por nuestros derechos.
¿Qué es un crimen? Es la exageración de un derecho. El asesinato y el robo son negaciones de
la sociedad; es el despotismo aislado de un individuo que usurpa la realeza y hace la guerra a sus riesgos y a sus peligros.
Sin duda el crimen debe ser reprimido, y la sociedad debe defenderse, pero, ¿quién es acaso suficientemente justo, grande y puro, para tener la pretensión de castigar? paz entonces a todos los caídos en la guerra, aun si ésta no es legítima, puesto que han jugado su cabeza y han perdido; han pagado ya y no debemos reclamarles más.
¡Honor a todos aquellos que combaten con lealtad y bravura!, ¡que la vergüenza quede sólo para los traidores y los cobardes!
Cristo murió entre dos ladrones y llevó a uno de ellos junto con El, al cielo.
El reino de los cielos es para aquellos que luchan, y se le gana a brazo limpio.
Dios ha dado al amor una fuerza todopoderosa. El ama el triunfo sobre el odio, pero vomita la tibieza.
El deber está en vivir, ¡aunque no sea más que un instante!
Es bello haber llegado a reinar un día, una hora sola, hemos llegado a estar bajo la espada de Damocles o sobre la hoguera de Sardanápalo!
Pero es más bello haber tenido a sus pies todas las coronas del mundo y haber exclamado:
Seré el rey de los pobres, y mi trono estará sobre el Calvario.
Hay un hombre más fuerte que aquel que mata, y es el que muere para salvar.
No existen crímenes aislados, ni expiaciones solitarias. No existen virtudes personales, ni sacrificios perdidos.
Cualquiera que no sea irreprochable, es cómplice de todo mal, y cualquiera que no sea absolutamente perverso puede participar en todo bien.
Es por ello que un suplicio es siempre una expiación humanitaria, y toda cabeza que rueda sobre un cadalso puede ser cubierta de honores y saludada como la de un mártir.
Es por ello también que el más noble y santo de los mártires ha podido, tomando conciencia, encontrarse digno de la pena que le ha sido asignada y decir, saludando a la espada próxima a terminar con su vida: i Que se haga justicia!
Víctimas puras de las catacumbas romanas, protestantes y judíos masacrados por indignos cristianos.
Monjes de L'Abbaye y los Carmelitas, víctimas del reino del terror, monarquistas incinerados, revolucionarios sacrificados a su turno, soldados de nuestros grandes ejércitos, que habéis sembrado el mundo con vuestros huesos, vosotros todos los que habéis sido penosamente muertos, luchadores, osados de todas clases, valientes hijos de Prometeo, que no habéis temido ni
al rayo ni a los buitres, honor a vuestras cenizas dispersas. ¡Paz y veneración a vuestra
memoria!
¡Habéis sido los héroes del progreso, los mártires de la humanidad!
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