Mr. Home la semana pasada decidió volver a irse de París, este París donde los mismos ángeles y los demonios, si apareciesen bajo cualquier forma, no serían considerados mucho tiempo como seres maravillosos y pronto se verían obligados a retornar al cielo o al infierno, para escapar al olvido o al abandono de los seres. humanos.
Mr. Home, con aire triste y desilusionado, contaba con el permiso de una noble dama cuya calurosa acogida había sido una de sus primeras felicidades en Francia. Madame de B... ese día, como siempre, quiso ser amable con él e invitarle a cenar; el misterioso personaje había aceptado la invitación, hasta que alguien le había informado que se esperaba también a un cabalista
conocido en el mundo de las ciencias ocultas por la publicación de un libro titulado: Dogma y Ritual de la Alta Magia; Mr. Home había cambiado s.u expresión al enterarse de esto y, sin poder
ocultar su nerviosismo, balbuceó que no podría quedarse, ya que la cercanía de este profesor de magia le causaba un terror invencible. Todo lo que se le argumentó para convencerle de asistir fue inútil. No quiero juzgar a ese hombre -decía-, no digo que él sea bueno ni malo, no sé nada de él, pero su atmósfera me sienta mal. Cerca de él me sentiría sin fuerza y como sin vida. Y luego de dar estaexplicación,Mr. Home se apresuró a saludar y a partir.Este terror de ciertos hombres de prestigio en presencia de los verdaderos iniciados en la ciencia no es un hecho nuevo en los anales del ocultismo. Ya Filostrato nos ha narrado la historia
del Estagirita que temblaba al saber que se aproximaba Apolonio de Tyana. Nuestro admirable cuentista, Alejandro Dumas, ha dramatizado esta anécdota mágica en ese bello resumen de todas
las leyendas que ha servido de prólogo a su gran epopeya novelesca del Judío errante. La escena
tiene lugar en Corinto; se trata de una boda al estilo antiguo, con bellos niños coronados de flores que portan las antorchas nupciales y cantan epitalamios graciosos, enriquecidos con imágenesvoluptuosas como los poemas de Catulo. La novia es muy bella, con sus castos símbolos como la Polymnia antigua; es amorosa y deliciosamente provocadora en medio de su pudor, como una
Venus de Corregio o una Gracia de Canova. Quien va a esposarla es Clinias, un discípulo del célebre Apolonio de Tyana. El maestro ha prometido asistir a la boda de su discípulo, pero tarda en llegar, y la bella novia respira más a gusto, pues teme a Apolonio. Sin embargo, el día no ha
termi, nado, ha llegado la hora del lecho nupcial y, de improviso, Meroe comienza a temblar y palidece, mira obstinadamente hacia la puerta, extiende su manó con espanto y dice entrecortada:
¡«Helo aquí! ¡Es él!» En efecto, es Apolonio. He aquí al mago, he aquí al maestro; ha pasado la hora de los hechizos, el prestigio cae ante la ciencia verdadera. Se busca entonces a la bella desposada, la blanca Meroe, y no se encuentre sino a una mujer vieja, la hechicera Canidia, devoradora de niños pequeños; Clinias se ha -desengañado y agradece a su maestro; está a salvo.El vulgo se equivoca siempre acerca de la magia y confunde a los adeptos con los hechiceros.
La verdadera Magia, es decir, la ciencia tradicional de los magos, es la enemiga mortal de la hechicería; ella es quien impide o hace que terminen los falsos milagros que son hostiles a la luz y fascinan a pequeños grupos de testigos preparados de antemano o crédulos. El aparente desorden en las leyes de la naturaleza es una ficción, y no constituye maravilla alguna. La verdadera maravilla, el verdadero prodigio que siempre brilla ante los ojos de todos es la armonía constante de los efectos y las causas: éstos son los esplendores del orden eterno.
No sabríamos afirmar si Cagliostro realizó algún milagro delante de Swedenborg, pero ciertamente eludiría la presencia de Paracelso y de Henri Khunrath, si estos grandes hombres hubiesen sido sus contemporáneos.
Estamos muy lejos, sin embargo, de pensar en denunciar a Mr. Home como un hechicero de baja calaña, o como un charla-. tán. El famoso médium americano es dulce e ingenuo como un niño. Es un pobre ser totalmente sensitivo, sin intriga y sin defensa; por todo ello, es juguete de una terrible fuerza, cosa que él ignora, y el primero de los timados es, ciertamente, él mismo.
El estudio de los extraños fenómenos que ocurren alrededor de este joven hombre es de la más alta importancia. Se trata aquí de retomar en forma seria algunas cosas que fueron negadas muy a
la ligera en el siglo XVIII y abrir ante la ciencia y ante la razón horizontes menos estrechos que los de una crítica burguesa que niega todo aquello que no es capaz de comprender. Los hechos
son inexorables, y la verdadera buena fe nunca debe temer examinarlos.
La explicación de estos hechos, que todas las tradiciones se obstinan en afirmar y que se reproducen delante nuestro con molesta publicidad, esta explicación, antigua como los hechos
mismos, rigurosa como las matemáticas, aunque por vez primera sacada de las sombras donde la mantenían celosamente escondida los hierofantes de todos los tiempos, vendría a ser un gran
acontecimiento científico si llegara a obtener suficiente luz y publicidad. Es un acontecimiento que nos vemos limitados a preparar, ya que no se nos permitirá la audaz esperanza de realizarlo.
He aquí, pues, los hechos en toda su singularidad. Los hemos constatado y los reproducimos con la más rigurosa exactitud, absteniéndonos de antemano de toda explicación o comentario.
Mr. Home está sujeto a éxtasis que le ponen, según él afirma, en contacto directo con el alma de su madre y, por intermedio de ella, con todo el mundo espiritual. Así él describe, como lo hacían los sonámbulos de Cahagnet, a personas que nunca ha visto y que son reconocidas por aquellos que las evocan; llega incluso a decir su nombre y a responder de parte suya a preguntas que sólo pueden ser comprendidas por las almas evocadas y quienes las formulan.
Al encontrarse en un apartamento, se dejan oír ruidos inexplicables; golpes violentos que resuenan sobre los muebles o los muros; en ocasiones, las puertas y ventanas se abren como si estuvieran movidas por una tempestad; incluso llega a escucharse el ruido del viento y la lluvia fuera, y al salir, el cielo está sin nubes y no se siente el más ligero golpe de viento.
Los muebles se desplazan y elevan sin que nadie los toque. Los lápices escriben solos. Su escritura es la misma de Mr. Home y cometen los mismos errores que él.
Los presentes tienen la sensación de ser tocados y asidos por manos invisibles. Dichos contactos, que por lo visto escogen con preferencia a las damas, carecen de seriedad e incluso a veces de conveniencia en su localización. Pensamos que se comprenderá bien lo que queremos decir.
Manos visibles y tangibles salen, o parecen salir de las mesas, pero para ello es necesario que éstas se hallen cubiertas. El agente invisible precisa de ciertos aparatos, como vemos en las
manos más hábiles de los sucesores de Houdini.
Estas manos se muestran sobre todo en la oscuridad; son cálidas y fosforescentes o frías y oscuras. Escriben tonterías o tocan el piano, y cuando hacen esto último, es indispensable luego hacer venir al afinador, ya que su contacto resulta siempre fatal para la justeza del instrumento.
Uno de los personajes más notables de Inglaterra. Sir Edward Bulwer Lytton, entre otros, ha visto y tocado estas manos; poseemos el testimonio escrito y firmado por su propia mano. El
mismo declara haber tomado estas manos y haber tirado de ellas con toda su fuerza, con el objeto de hacer salir de algún sitio incógnito el brazo al que por naturaleza deberían estar ligadas, pero
la fuerza invisible ha sido más poderosa que la del novelista inglés y las manos se han escapado.
Un gran señor ruso que fue el protector de Mr. Home, cuya prestancia y buena fe no dan lugar a la más mínima duda, el conde A. B..., ha visto también y ha asido las manos misteriosas vigorosamente.
Según él, éstas tenían una forma perfecta de manos humanas, calientes y vivas al tacto,sólo que era como si no tuvieran huesos,
y, al ser apresadas por el conde con mucha fuerza, ellas
no luchaban por escaparse, sino que daban la impresión de irse achicando y desaparecían de algún modo hasta que nada quedaba en su lugar.
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